domingo, 3 de mayo de 2009

Democracia Argentina del siglo XXI

Democracia Argentina del siglo XXI
Andrés La blunda Secretario Ejecutivo Consejo Federal de Juventud

Pensar la democracia del siglo XXI, es primero pensar la democracia del siglo XX, al menos reparar en su ultimo cuarto de siglo; con memoria y verdad debemos aprender de nuestro reciente pasado democrático, repensarlo, criticarlo y porque no revisarlo, como han hecho nuestros grandes pensadores nacionales.

Hace 25 años amanecía una Argentina democrática, después de una de las noches más trágicas que tenga memoria nuestro pueblo, de una larga noche de persecuciones, detenciones, secuestros, torturas y desapariciones, de robo de niños, de cambio y sustitución de identidades, de exilios internos y externos, de una guerra trágica, del terrorismo de Estado, de un genocidio.

Una democracia que comenzó con sed de justicia y verdad, promoviendo y desarrollando el juicio a las juntas militares, pero que al poco tiempo, fue amordazada y jaqueada por la corporación militar, la cual considerándose impune, arranco a esa democracia naciente, las leyes de Obediencia debida y Punto final, las leyes de la vergüenza. Se construye y constituye de esa forma el tristemente conocido “Muro de la Impunidad”, que tenia al Estado de Derecho, como cómplice y participe, ya que desde uno de sus poderes, el legislativo, se sanciono, promulgo y legalizo la impunidad en la Argentina, posteriormente ratificada por el Poder Ejecutivo, durante los años 90, a través de los indultos. Los argentinos éramos retrotraídos, por ese gravísimo hecho institucional, a un estado de sociedad “predemocrático”.

La democracia sufria así, durante los últimos 25 años, permanentes golpes y ataques que hicieron socavar su integridad y posibilidad de consolidación. En un primer momento era jaqueada por el poder militar (como la fue históricamente si partimos desde 1930), y luego seria el poder económico concentrado, sin intermediarios esta vez, a través de los golpes de mercado “hiperinflacionarios”, los que desestabilizarían la gobernabilidad, las instituciones y al propio sistema democrático.

El proyecto Neoliberal modelaba de esta forma una democracia a su medida, a fin de legalizarse en los discursos y las prácticas políticas. Una democracia solo de forma y endeble, con un componente de ilegitimidad proveniente desde la misma esencia del neoliberalismo, su carácter antidemocrático.

La experiencia Argentina lo demuestra. Nace sobre la sangre de nuestros 30.000 compañeros, desarticula las representatividades políticas, destruye nuestro tejido social y sus practicas participativas y organizativas, mercantiliza la política y desvirtúa su rol transformador, desmantela todo nuestro aparato productivo generando los niveles de desocupación laboral mas altos de nuestra historia, prioriza la especulación financiera, se concentran las riquezas e ingresos en un sector minoritario de la población, endeuda exponencialmente nuestro país, establece relaciones carnales con el imperio y una subordinación absoluta e incondicional al denominado “Consenso de Washington”, privatizando todos nuestros recursos nacionales estratégicos y colocando al Estado al servicio de esos intereses, abandonando su histórico rol articulador entre el mercado y la comunidad.

El neoliberalismo modelo una democracia a la talla de su ambición hegemónica y antidemocrática, provocando como consecuencia una clara violación a los derechos humanos de los Argentinos. Comenzando con los crímenes de lesa humanidad, hasta la generación de un clima generalizado de “Inseguridad y Miedo”, vale aclarar al lector desprevenido, inseguridad de nuestra soberanía alimentaría, inseguridad educativa, inseguridad de permanencia y estabilidad de nuestro empleo, inseguridad de acceso a una vivienda digna, y los grandes miedos, miedo a la participación política, miedo a pensar diferente al “pensamiento único”, miedo al debate y discusión de ideas y propuestas, en síntesis, miedo a ser nosotros mismos. El año 2001, se constituye en el comienzo del fin de esa ambición hegemónica política y cultural, y el despertar de un nuevo proyecto país, dormido, o más bien anestesiado, durante muchos años, que comienza a articularse y encontrar su forma política a partir del año 2003.Un proyecto de país, nacional y popular, que hoy se encuentra consolidando su esencia, su identidad, sus valores; buscando en sus propias raíces históricas el nuevo paradigma que lo contenga y defina, y modelando, a su vez, la democracia que el proyecto demanda para su organización política y social.

Desde ese lugar, es que cuando pensamos en la consolidación del proyecto nacional del siglo XXI, pensamos en la democracia, como la única forma de organización política y social capaz de lograr esa utopía. Pero no queremos la democracia Neoliberal de finales del siglo XX, sino una nueva democracia, con identidad nacional, participativa, popular, inclusiva, redistributiva, con memoria, verdad y justicia, respetuosa de la instituciones, integrada a las democracias latinoamericanas; queremos, una democracia plena y legal, pero fundamentalmente legítima.

Consideramos que ese modelo democrático, para su consolidación, futuro y perdurabilidad se debe obligatoriamente sostener en dos pilares básicos que han sido considerados política de Estado desde el año 2003; primero la presencia de un Estado Social, presente, activo y promotor, y lo segundo una comunidad fuertemente organizada y articulada en relación a una cultura de los Derechos Humanos.

El Estado Social

La construcción y consolidación de un estado presente, activo, promotor, articulador, en territorio, que oriente sus objetivos entorno a los intereses nacionales y populares, es uno de los pilares fundamentales a la hora de pensar en este nuevo modelo democrático. Un estado por sobre los intereses sectoriales, pensando en lo intereses colectivos, desarrollando una política publica que tienda a generar las condiciones necesarias para reconstruir el aparato productivo, en términos de densidad y diversificación, arbitrando entre los intereses del mercado y la comunidad; es decir, un estado que intervenga fuertemente en la economía, para evitar viejos fundamentalismos que nos provocaron grandes sufrimientos a todos los Argentinos , y que actualmente vemos colapsaron a escala global.

Si somos capaces los Argentino de levantar aun mas la mirada, vemos que hoy existen en la Argentina condiciones para no solo pensar sino para construir consensos e implementar una política económica que se articule desde y con la política social, y no esta ultima subsidiaria de la primera. La integralidad de la política pública es uno de nuestros mayores desafíos que tenemos como argentinos. Es hora de ajusticiar al darwinismo social, y comenzar a articular un discurso y una acción en relación a una economía social, si bien en el marco de una Economía Capitalista, que comprenda cabalmente que “...La solidaridad y la cooperación, van mas allá de un discurso ético y políticamente correcto, y que permite desplegar las buenas condiciones del ser humano, sino, que son constructores estratégicos, para aumentar la productividad y generar nuevas fronteras de desarrollo, demostrando ser una forma eficiente de organización económica, evitando el conflicto y la competencia salvaje…”, como lo expreso el Dr. Aldo Ferrer, en el “V Congreso Federal de Economía Social”, en la Falda, Córdoba. Humanizar el capital, y colocarlo en relación al bienestar de nuestro pueblo, y no este al servicio del primero, es una de las grandes metas y desafíos de esta democracia del siglo XXI; existen recuerdos en nuestra memoria colectiva histórica que esto es posible.

El Estado Argentino asumió distintas orientaciones políticas a lo largo de nuestra historia reciente; Estado Liberal, Estado de Bienestar, Estado Terrorista, Estado Neoliberal y hoy transitamos el camino de la constitución de un nuevo Estado Social. Metamorfosis de formas de Estados, que en algunos casos, los poderes políticos y porque no económicos, violaron su esencia, su verdadera identidad y razón ser, que es estar al servicio de su Nación, por ende de su pueblo. El siglo XXI encuentra a un Estado, con una identidad de la que no duda, donde el mundo luego de las penosas experiencias recientes, reconoce en él, al ámbito institucional, legitimo, capaz de arbitrar los medios para la superación de crisis, en este caso financiera, pero porque no económica, social y hasta política, que en definitiva jaquean al sistema democrático; por eso sostenemos que la democracia del siglo XXI debe obligatoriamente apoyarse sobre un pilar fundamental, que es el Estado, un Estado esencialmente Social.

Esta concepción de Estado, se vio claramente desvirtuada en el debate en relación a la Resolución del Ministerio de Economía Nº 125, mal denominada “Conflicto con el campo”, donde se cristalizo una serie tensiones a la vez que dejo en claro los modelos de país en pugna, y la reacción de algunos sectores minoritarios, pero no menos poderosos de nuestra economía, en alianza con los multimedios de comunicación, los cuales cuestionaron crudamente, ese rol del estado que describíamos en los párrafos anteriores. Podemos sintetizar ese triste episodio diciendo que la democracia argentina a través de uno de los poderes del estado, en este caso el legislativo, “dijo no”, a una política claramente redistributiva de ingresos y de profunda justicia social. Pero esta conclusión, estaría viciada de una mirada reduccionista, entorno a la dinámica y desenlace de la tensión. Si ampliamos nuestra mirada, vemos que nuevamente, la democracia fue “jaqueada y traicionada”; en primer término, desde el propio sector económico (aliado con los grandes multimedios de comunicación), a partir de actitudes golpistas, discursos destituyentes, y acciones anticonstitucionales hacia el gobierno constitucional y la sociedad, y “traicionada” finalmente desde el propio poder político, en la figura del vicepresidente de la Nación, en una de las deslealtades y traiciones al voto popular confiado por nuestro pueblo, mas significativas en nuestra historia política.

Este fue, y esperemos que sea, el último golpe que recibió nuestra democracia del siglo XXI y sus instituciones, el último golpe que recibió la concepción del Estado Social y el ultimo golpe que recibió nuestra sociedad; es responsabilidad de todos los Argentinos alzar las voces colectivas y decir “Nunca Mas” a los golpes y traiciones a nuestra democracia.

Comunidad Organizada y Derechos Humanos

Siguiendo con el segundo de los pilares fundamentales de la democracia del siglo XXI, enunciamos a una comunidad organizada en relación a una cultura de los derechos humanos:

La historia nos enseño, que cuando la comunidad se entrelaza y organiza entorno a valores como el justicia, el respeto mutuo, la verdad, la tolerancia, la igualdad, asume su plena conciencia social y como colectivo conquista sus máximas aspiraciones. Hablar de derechos humanos, es hablar del respeto incondicional a la condición humana, a los derechos básicos y elementales de todo ser humano, como es el derecho a la vida, a la libertad, hablamos también de los derechos civiles, políticos, sociales; derechos que no son patrimonio de derechas ni de izquierdas, sino que son patrimonio de todo ser humano que habite en este suelo. Pero esos derechos para que no sean vulnerados, como los fueron sistemáticamente en la Argentina, deben formar parte de nuestra cultura, de nuestros principios y nuestro valores, que sea constituyan en parte de la sociedad, que vivan en nosotros, mas allá del gobierno de turno.

La democracia del siglo XXI, implica respeto irrestricto e incondicional a los derechos humanos. Las palabras, memoria, verdad y justicia, legado y herencia de nuestras Madres y Abuelas, atraviesan hoy nuestro cuerpo social, y nos marcan el camino, de cómo y por donde nos constituimos como pueblo, como nación, como país.

Desafíos

Hoy a un año del Bicentenario de nuestra Nación, vemos a los grandes multimedios de la comunicación, como los conspiradores de nuestra naciente democracia, que pretende dejar atrás la experiencia neoliberal, para constituirse en nacional y popular, y estos, “Fierros mediáticos”, como los calificara nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner, impiden, amparados en una ley de radiodifusión de la ultima dictadura militar, que el Proyecto Nacional se construya y consolide. El poder económico concentrado, oligárquico-liberal en la Argentina, no encontró representación política, y la asume anti-democráticamente a través de estos grandes multimedios de la comunicación, fenómeno que excede las fronteras nacionales y también se visualiza en los países hermanos de Latinoamérica.

El Bicentenario nos encuentra construyendo esta nueva democracia, sobre la cual creemos nuestro país y nuestros hermanos latinoamericanos, encontraremos y realizaremos los sueños de los que hoy no están, y pensaron en una Patria Grande, integrada y articulada en relación a nuestros intereses nacionales, pero mirándonos como un gran bloque, decidiendo como nos insertamos al mundo.

Los proyectos políticos de transformación en Latinoamérica, nacionales y populares, deben ser democráticos, nuestro país, esta en ese camino. Las deudas históricas que carga esta democracia Argentina del siglo XXI son de gran densidad; entre otras, pobreza estructural, elevada concentración de las riquezas e ingresos, derecha económica sin representación política clara, identidades desaparecidas, genocidas aun sin juzgar, matrices de pensamiento autoritarios, etc.

Pero la densidad de las deudas históricas se diluye ante la densidad del legado histórico político que recibimos como generación; batallas, luchas, resistencias, movimientos populares, sangre de Argentinos derramada por sus ideales, dimensionan la fuerza que asumirá la construcción de esta democracia del siglo XXI, profundamente popular, participativa, inclusiva, integradora, redistributiva, Latinoamericana, anclada en la memoria, que camine sobre la verdad y la justicia, y se sostenga sobre los pilares fundamentales que consideramos estratégicos, un Estado Social y una comunidad organizada en una cultura de los derechos humanos.

Andrés La Blunda
Enero de 2009

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